30 de mayo de 2009

VILLAVIEJA A COMIENZOS DEL SIGLO XIX

Entre 1826 y 1829, publica D. Sebastián Miñano y Bedoya su “Diccionario Geográfico y Estadístico de España y Portugal” en once tomos en el que se recoge que Villavieja tiene en esa época (1828)unos 280 vecinos y 999 habitantes. Si tomamos este dato como bueno y le aplicamos los índices de crecimiento vegetativo (nacimientos menos defunciones) que podemos sacar de los libros parroquiales de esa época podríamos establecer que la población de Villavieja a comienzos del siglo XIX debía de estar muy cerca de los 900 habitantes. Los primeros años de dicho siglo fueron durísimos para la mayor parte de la población española y por tanto también para la villaviejense. Una serie de malas cosechas produjeron durante los años 1803-1805 unas subidas espectaculares de los precios de los cereales y un hambre espantosa, lo que finalmente se tradujo en un gran aumento de la mortalidad como podemos ver en los siguientes gráficos elaborados a partir de los libros parroquiales que se conservan en el Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo.



De acuerdo con ellos, la población de Villavieja experimentó en los primeros años del siglo XIX un bajón espectacular, que probablemente la situó a finales de 1810 en unos 700 habitantes más o menos.
A comienzos de siglo, Villavieja sigue siendo una villa de Señorío, perteneciente al Marqués de Cardeñosa y Conde de Luque, títulos que por aquel entonces correspondían a Cristóbal Rafael Fernández de Córdoba y Pérez de Barradas que es, por tanto, quien, anualmente, procede al nombramiento de todos los cargos municipales (alcaldes ordinarios, regidores, depositario, alcaldes de la Santa Hermandad, mayordomos de la diferentes cofradías, ….. A continuación tenemos la lista de los cargos nombrados para los años 1809 y 1810.



Es, por consiguiente a estas personas a quienes les va a corresponder la ingrata tarea de lidiar en primera instancia con las tropas francesas que llegarán a Villavieja en el mes de Marzo de 1809.

En cuanto a producción económica, podemos asegurar sin temor a equivocarnos mucho que a comienzos del siglo XIX no sería muy distinta de la que nos proporcionan unas contestaciones a un cuestionario del rey Carlos III de 1769 y que pretendían preparar la repoblación de la zona. Estas averiguaciones constituyen lo que hoy conocemos con el nombre de “Libro del Bastón” (1770) en el que se recogen una serie de datos para todos los pueblos de la zona de Ciudad Rodrigo. Según lo expresado en dicho libro, Villavieja tiene una extensión de 5535 fanegas (sin contar las correspondientes a Santidad, que son otras 1161) que se dedican a “45 para hortaliza y lino, 1547 para trigo, 2407 para centeno, 78 para cebada, 709 de pastos limpios, 418 con monte y 330 de inútil” Estos terrenos “producen en cada un año, regulado por un quinquenio, 45 arrobas de lino; 2250 fanegas de trigo, 4015 de centeno y 130 de cebada”. Como se puede deducir la relación entre lo sembrado y recogido es bastante baja. Es algo común en todo el corregimiento y que se recoge también en las contestaciones de la siguiente manera: “las cosechas que se estiman buenas en él, apenas medianas [las] juzgan labradores e inteligentes de otros Territorios del Reyno”. No así en cuanto a los pastos y ganados: “sus pastos muchos y buenos, crían, y mantienen abundancia de todos ganados mayores y menores”. Tiene Villavieja en esa época, “474 cabezas de vacuno, 3535 de lanar, 1060 cabrío, 750 de cerda, 78 caballar, 10 mular, 117 jumentos, [y] 106 colmenas”.

También se dan en dichas averiguaciones los precios que tenían en el corregimiento de Ciudad Rodrigo, bastantes productos relacionados con las actividades agrarias así como con la caza y pesca. Son los siguientes:
fanega de trigo: 30 reales (1 fanega = 55,5 litros)
fanega de centeno: 20 reales
fanega de cebada: 14 reales
fanega de garbanzos: 50 reales
fanega de garrobas: 16 reales
fanega de linaza: 40 reales
cántaro de vino: de 7 a 7,5 reales (1 cántaro = 16,133 litros)
cántaro de aceite: de 54 a 58 reales
tasa de bellota: de 60 a 70 reales (La tasa de bellota era la cantidad de ésta que podía comer en la temporada de ceba un cerdo grande)
arroba (11,5 kg) de lana merina: de 34 a 40 reales
arroba de lana churra o basta: de 22 a 24 reales
una gallina: de 3 a 4 reales
una perdiz, 2 reales
una codorniz, 24 maravedíes (1real=34 maravedíes)
una liebre:, de 2,5 a 3 reales
un conejo, 40 maravedíes
libra de truchas, tencas y anguilas: 2,5 a 3 reales (1 libra=16 onzas= 460 gramos)
libra de barbos y bogas: de 20 a 28 maravedíes
arroba de miel, 50 reales
celemín de nueces: 2 reales (1 celemín= 4,6 litros)
cuartillo de leche, 8 maravedíes (1 cuartillo=0,504 litros)
libra de queso de cabras y ovejas: de 1 a 1,5 reales


En los últimos años del siglo XVIII estos precios habían experimentado una buena subida (más de un 50%) pues, por ejemplo, la fanega de trigo en 1800 costaba en Villavieja 50 reales. La explicación para esta importantísima subida habría que buscarla con toda probabilidad en algún año de mala cosecha, como sucedió luego en el periodo 1803-1805 y que dio lugar a la espectacular hambruna que ocasionó una altísima tasa de mortalidad de la que ya hemos hablado anteriormente. No obstante, en 1808, la fanega de trigo había vuelto a recobrar más o menos los precios de 1770 o incluso más bajos, 1 fanega de trigo se vendía en 1808 a 25 reales. En el gráfico anterior podemos ver la evolución de los precios de las fanegas de trigo y centeno en Villavieja durante el periodo 1806-1815 en el que se desarrolló la Guerra de la Independencia (1808-1814). Como se puede ver hubo un aumento espectacular en los precios durante los años 1811 y 1812. Algo similar a lo experimentado en la mayor parte del territorio español. El resultado una terrible hambruna. Y es que esa es la característica principal de los primeros años del siglo XIX en cuyo periodo se desarrolla la guerra contra los franceses. Dice Emilio de Diego García (1), historiador español y especialista en la Guerra de la Independencia Española que “el hambre es la gran catástrofe de la guerra de 1808 a 1814. Un hambre atroz que produce la mayor parte de las bajas y que determina, incluso, la capacidad operativa de todas las fuerzas en presencia. Un hambre que afecta a la población civil española por supuesto, que tiene que sufrir las sensaciones del ejército regular español, de la guerrilla, de los ingleses y de todo el que pasa y, que por tanto, se especializa en ocultar lo poco que tiene y en resistirse. Pero que cuando se resiste y el soldado que pasa por allí o el guerrillero que tiene que aprovisionarse allí y no lo encuentra y está necesitado, recurrirá a un grado de violencia extraordinario y la respuesta será un grado de violencia también del otro lado. Una espiral que hará que la Guerra de la Independencia sea el conflicto más cruel que se había conocido hasta entonces. Pero no sólo pasa hambre la población civil, pasan hambre los soldados españoles que andan descalzos, mal vestidos, y con hambre toda la guerra. Pero los soldados franceses, también. Esos que vemos con uniformes tan brillantes en las películas, pasan un hambre atroz”


Grabado correspondiente a la serie “Los Desastres de la Guerra” de Goya. El autor representa la hambruna padecida por la población de Madrid desde septiembre de 1811 y una de sus consecuencias: el latirismo, una enfermedad producida por consumir un exceso de “almorta”. La planta, de nombre científico Lathyrus sativus, es capaz de resistir unas condiciones climáticas muy adversas y tiene un aspecto parecido al garbanzo, pero de contorno mas cuadrado.. Su nombre común en castellano es almorta, alverjón, diente de muerto (por su forma), guija, muela, … En Castilla La Mancha con su harina se elaboran las típicas “gachas”.


(1) “España, el infierno de Napoleón. La Guerra de la Independencia”. El Correo Digital. http://servicios.elcorreodigital.com/aula-de-cultura/2008/emilio-de-diego/01.htm.