21 de junio de 2010

El sitio de Ciudad Rodrigo en 1810 (II)


Continuamos con el informe que el general gobernador de la plaza de Ciudad Rodrigo, hizo del sitio que sufrió dicha ciudad en el año 1810 por las tropas francesas de los mariscales Ney y Massena. En esta segunda entrega, se nos relatan los preparativos de la defensa realizados por la guarnición mirobrigense tras la primera intentona de rendir la plaza en febrero de dicho año.

Pero la escasez de medios con que nos hallábamos para activar las obras necesarias, hacer acopios suficientes de víveres, reparar muchas partes de la fortificación que lo exigían, etc., no permitía que se pudiesen llevar a debido efecto los presupuestos que se formaron desde luego, así por el director de ingenieros don Juan de Belesta, brigadier de este Real cuerpo, como por el de la misma clase don Francisco Ruiz Gómez, comandante general de la artillería, y el teniente coronel e ingeniero del detall don Nicolás Berdejo, y tuvimos que ceñirnos a solo lo más urgente, trazándose y empezándose a construir inmediatamente una batería en figura de revellín sobre la plaza de armas que estaba a la derecha de la puerta del Conde, entre esta y la de san Pelayo, frente del convento de santo Domingo, que además de cubrir una gran parte de los recintos principal y falsa braga, tenía la ventaja de defender el flanco derecho del arrabal de san Francisco, sus bocas-calles, porción del campo de Toledo, y batía la parte de las huertas de los Cañizos, y todas sus avenidas; cuyo trabajo aunque grande, costoso y de prolija ejecución, se logró concluir enteramente, y llegó a servir en los últimos ataques con mucha utilidad para nuestra defensa.

En el arrabal de san Francisco se trazaron y pusieron en ejecución igualmente varias obras que lo cercaban, proponiéndonos dilatarlas hasta el teso de san Francisco por la izquierda, y a la altura de las canteras por la derecha, en cuyos extremos debían establecerse dos reductos, y fortificados al mismo tiempo los conventos de santo Domingo, santa Clara y san Francisco, formaba entonces el todo una línea ventajosísima para la defensa de aquel frente, pues debía tener dicho reducto de la izquierda una línea de comunicación dirigida hacia la otra batería construida ya anteriormente en la plaza de armas frente el tesillo del Calvario, que pasando por él había de estar coronado también por otro reducto; y el de la derecha, igualmente con su comunicación, quedaba defendido en parte por dicho revellín; poniéndose a cubierto de este modo el arrabal y teso, que eran los puntos más esenciales que debíamos sostener.

Pero de este proyecto solo pudieron verificarse el foso y parapetos del frente del arrabal, las cortaduras de sus calles, las aspilleras de los conventos, y algunos, otros apostaderos en los flancos para colocar tropa de defensa, no habiendo habido tiempo ni medios para todo lo demás.

El convento de la Trinidad, que por estar situado a tiro de pistola de las murallas de la plaza, sobre la derecha del frente de la puerta del Conde, era uno de los padrastros que más nos podían perjudicar en el caso de un sitio, se procedió inmediatamente a demolerlo, aprovechando sus materiales para la construcción, del revellín dicho, (a que se. dio el nombre de san Andrés), y con la mayor parte de los escombros se rellenaron al mismo tiempo muchas desigualdades y barrancos del terreno inmediato al glacis, que igualmente podían sernos perjudiciales.

Por la parte de las Canteras se hizo una cortadura (a costa de los sargentos del cuerpo de Urbanos de la plaza, que se ofrecieron a ello) para impedir la comunicación a un camino cubierto que naturalmente formaba el terreno, y por el cual podían los enemigos dirigirse a todo salvo a establecer una batería de morteros contra la plaza, sin que pudiésemos impedirlo.

Se taló toda la Alameda que desde la salida del arrabal de san Francisco formaba doble paseo, hasta la cruz Texada.

Se derribó el lado de la cerca del convento de santa Cruz, que miraba a la plaza, que exterior del recinto por el frente de Sancti Spiritus podía también, ocupada por los enemigos, servirles de apostadero para tirar a cubierto con fusilería contra los recintos de ella.

Igualmente se demolió la casa y tapias de la huerta exterior de enfrente del convento de san Francisco, que era otro punto donde podían alojarse con ventaja en el caso de un sitio.

En el interior de los recintos de la falsa braga y muralla alta, después de colocar correspondientemente toda la artillería de que eran susceptibles, dando de nuevo a las troneras y situación de las piezas menores las direcciones que parecieron más convenientes, según los [puntos] flacos de la plaza y las dominaciones exteriores que indicaban su ataque, se formaron varios espaldones de salchichones, tierra y tepes para cubrir las enfiladas y resguardar nuestra artillería de los fuegos que los enemigos pudieran establecer contra ella.

Como en la plaza no había ningún almacén ni edificio a prueba donde colocar la pólvora con el debido resguardo, ni cabía la gran cantidad que teníamos de ésta en el único paraje algo más seguro, que era el castillo viejo situado sobre la derecha de la puerta de la Colada, se procedió con toda actividad a cargar la bóveda de la torre de la catedral, que fue el sitio que encontramos mas proporcionado para establecer el principal depósito de tan esencial y delicado artículo; y al mismo tiempo distribuimos otras menores cantidades de él en varias bodegas de casas particulares, que se apuntalaron y cargaron al propio efecto, quedando de resultas este punto tan importante, lo mejor colocado, repartido y asegurado que nos era dable en la situación.

En todos los parajes de la plaza que nos parecieron más convenientes, y lo permitía el terreno, se pusieron blindajes para abrigar la guarnición, y vecindario cuando ocurriese un bombardeo, los cuales fueron de mucha utilidad; y previendo todos los accidentes de él, se escribió desde luego por la Junta Superior de armamento y defensa al encargado de negocios de nuestra corte en Lisboa don Evaristo Pérez de Castro, para que mandase construir, y remitiese inmediatamente tres bombas de apagar incendios, que en virtud de la actividad del expresado ministro, llegaron oportunamente a la plaza veinte días antes de que estableciesen sus baterías de sitio los enemigos.

Todas las de nuestro recinto alto se proveyeron de crecidísimas pilas de bombas, granadas y balerío correspondiente a las piezas; de cajones de cartuchos; de juegos de armas; de tinas de combate; y de cuanto pudiera necesitarse en los primeros días de fuego; y de trecho en trecho se establecieron asimismo depósitos de granadas de mano cargadas ; y se abrieron puertas a las habitaciones de las casas contiguas a la muralla, que estaban proporcionadas, para que sirviesen de cuerpos de guardia a la tropa de su guarnición.

Se compusieron algunas banquetas de ambos recintos, levantando unas y rebajando otras con proporción a lo que necesitaban para quedar en debida forma, y se hicieron acopios de tierra en el terraplén del frente del ataque; y como su estrechez no permitía grandes montones, se pusieron otros en la plazuela de Amayuelas y parajes más inmediatos.

En la falsa braga se hicieron cinco grandes cuerpos de guardia para el abrigo de la tropa que los guarnecía, construyéndolos y techándolos con la piedra, madera y tejas de las oficinas accesorias del convento de la Trinidad demolido.

Se recorrieron los escarpados de la parte del río, entre la puerta de Santiago y la de la Colada, haciendo pozos de lobo en unas partes, cortaduras en otras, y poniendo estacadas que imposibilitaban el acceso.

Últimamente se cegaron las surtidas que eran inútiles, y podían ser perjudiciales, e hicieron cuantas obras y trabajos permitió el corto tiempo y facultades que tuvimos para poner la plaza en el mejor estado posible de defensa; siendo necesario para cubrir los gastos de tantas atenciones a un tiempo (cuando había cinco meses que no se había recibido otro caudal que 400.000 reales que la Junta Central había librado a la Superior por noviembre; la tesorería no tenía ni recaudaba un cuarto; y la tropa de la guarnición estaba a media paga los oficiales, y cuatro cuartos los soldados), que el Gobernador, pidiéndolo prestado a varios particulares del pueblo, supliese crecidas cantidades, para que no se parase en llevar a efecto las obras y demás que tanto importaban.

No era entretanto menor el afán del Gobernador y de la Junta Superior a que presidía, en procurar el reemplazo de los repuestos de víveres que para el caso de un sitio eran necesarios, ya que anteriormente se había procedido por disposición de la misma Junta; pero como en algunas de las necesidades urgentes del ejército de la izquierda, y últimamente en la reunión de las tropas del mismo que se hizo al abrigo de la plaza, después de la dispersión de Alba de Tormes, se habían desfalcado en la mayor parte los acopios hechos, unos con conocimiento de la Junta, y otros sin él, y solo por disposición del intendente para suplir a sus apuros; era preciso proceder cuasi de nuevo a formarlos, lo que imposibilitaba la falta de numerario en que nos hallábamos.

De todo se hicieron varias representaciones a la Suprema Junta Central Gubernativa del Reino, pero no tuvieron efecto; y únicamente se logró que se atendieran, cuando se repitieron de nuevo al Consejo de Regencia establecido después, que decretó dos millones para la plaza, de los cuales recibió uno en el mes de abril, remitido de Lisboa por don Evaristo Pérez de Castro, a quien se le dirigieron desde Cádiz, y el otro en el mes de mayo; mas con préstamos como se ha dicho, y otros arbitrios que se buscaron, se fue supliendo en lo posible, para que no cesasen los trabajos, y se continuasen algunos acopios, que por comisiones de la Junta se hacían en Portugal y en la provincia misma.

El capitán general de Castilla la Vieja, y general en jefe del ejército de la izquierda, marqués de la Romana, a quien se le hicieron reclamaciones repetidas sobre el mismo punto, contribuyó también por su parte a proveernos en cuanto estaba a su alcance, mandando se nos remitiesen algunas harinas que había en Villabequia, enviadas por la dirección de Provisiones para el surtido de su ejército; y sobre todo debimos al celo, eficacia e interés que siempre tomó por la plaza el mencionado don Evaristo Pérez de Castro, encargado de negocios de nuestra corte en Lisboa (a quien recurríamos de continuo), una considerable parte de los auxilios que tuvimos, aunque escaso de medios, para procurarnos todos los que necesitábamos.

Por último, no omitiendo diligencia alguna para prevenirnos a la defensa en cuanto permitía nuestra situación, logramos que se fabricasen 247.000 raciones de galleta, e hicimos otros acopios de menestras, tocino y caldos, que aunque no eran iguales a los que había habido primero, y estaban decretados, pudieron suplir a la manutención de las tropas de la guarnición los setenta y siete días que duró el cerco y sitio de la plaza, habiendo la ciudad por su parte dado disposiciones al mismo tiempo de formar repuestos para el vecindario, y mandado con anticipación que este se proveyera en lo posible en su particular, respecto a la constante resolución en que estábamos todos de sostener la plaza hasta el último extremo, en el caso de ser atacados, que veíamos aproximarse, según las noticias que de Salamanca y de otros puntos se recibían.