9 de junio de 2011

Villares


Traemos hoy a nuestra diaria entrada unos versos publicados en el semanario mirobrigense "Tierra Charra" y que se publicaron el 24 de Febrero de 1929. La verdad es que literariamente hablando no son una cosa del otro mundo. Los traemos aquí, principalmente, porque describen escenas curiosas de la vida de los pueblos en aquellos tiempos y porque, aunque su calidad sea discutible, rezuman un intenso amor y carño a su pueblo.  El autor firma con el seudónimo de "Juan del Pueblo". ¡Allá van!

VILLARES

A don Aurelio Sánchez Sevillano, Deán de Zamora.

A la orilla del Yeltes
sobre la cumbre de la loma parda,
rodeada de verdes encinares,
de prados y labranzas,
se distinguen del pueblo salmantino
la esbelta torre y las humildes casas,
habitada de honrados labradores,
de gentes muy cristianas.

Con el cura me voy por estos montes,
tierras de Salamanca,
donde vemos algunas alquerías
de familias un tanto aristocráticas,
a pesar del calzón y del refajo
de amos y de amas,
que siempre nos obsequian con calostros
de las paridas vacas.

En una de estas ricas alquerías,
escondida entre encinas centenarias,
vive un rumboso charro
de gorrilla, calzón y media vaca,
que recorre veredas y caminos
siempre a galope en su valiente jaca,
voceando a los toros que en el valle
se embisten y se agarran;
o hablando con los rústicos pastores
que guardan en el monte la piara;
o viendo desde lejos al gañán
que los barbechos ara con las vacas;
o expiando al muchacho del cabrero
que le ordeña las cabras;
o a veces al porquero sórpendiendo
tendido en una manta
dormido como un santo s
in cuidarse de chicos y garrapas;
o cogiendo a un vecino de Villares
con un burro cargado de taramas,
o a unas cuantas mujeres con el saco
ya lleno de bellotas a la espalda.

Para guardar su finca y sus criados
el rico charro de la media vaca
todo el día, y a ratos por la noche,
necesita la jaca.

Otras tardes entramos
de un vaquero en la rústica cabaña,
donde vemos un cuerno bien tallado
a punta de navaja,
que es un primor del arte
y es una filigrana,
digno de figurar
en el museo más famoso de España.

De adquirir esta joya vaqueril
yo me quedo con gana;
pero la vaquerilla, que no es tonta.
me pide diez pesetas por el asta,
y aunque me gusta el cuerno del vaquero
yo se lo cedo, por si le hace falta.

Otras tardes me voy con el maestro,
que es pescador de caña,
a los charcos del Yeltes
oculto entre fresnos y pizarras,
donde abundan los barbos de seis libras
y tenemos los dos tan buena sombra,
y tenemos los dos tan buena pata
que unas veces izamos un galápago
y otras veces sacamos una rana,
cuando no nos pescamos un reuma
por estar junto al agua...

A encandilar las liebres
nos fuimos una noche a la guadaña,
con un cántaro roto,
que despide la luz por dos ventanas,
cual si fueran los ojos de un dragón
que a las tímidas liebres amedrantan,
y matamos de un tiro
con una puntería soberana,
no una liebre sabrosa,
sino un viejo pollino sin albarda.

Al puesto de perdices
otra tarde nos fuimos con la jaula,
y el reclamo empezó piñoneando
con tal estilo y gracia
que acudían en bandos numerosos
las perdices incautas.
Y me dijo el maestro:
- Tire usted la que quiera, ya que hay tantas
Disparé la escopeta con tal suerte
que maté una perdiz: la de la jaula...

La maestra del pueblo,
que me hospeda en su casa
y tiene una docena de gallinas
tan grandes como pavas,
con huevos de dos yemas
sabrosísimos flanes me prepara,
para que esté contento,
para que no me vaya.

Unas tardes nos vamos de merienda c
on las familias más aristocráticas
a la fuente del monte,
de cristalinas aguas;
otras veces al puente de la vía
a ver pasar el tren de Salamanca
y otras tardes al huerto del curato
a regar las patatas.

En los austeros campos
de esta aldea sencilla y tan cristiana,
unas veces moliendo en una aceña
y en el campo otras veces como guarda
de un hato de ganado,
pasó los tiernos años de la infancia
el hijo de un humilde molinero
que estudió en Salamanca
y en Miróbriga estuvo muchos años
llegando a ser famoso en la comarca.

El último molino
que a la margen derecha se levanta
del caudaloso Yeltes
al pie de un promontorio de pizarras,
perteneció al pequeño molinero
que después llevó al cielo tantas almas.

Villares es un pueblo interesante
de los de Salamanca.
Distínguese la iglesia en lo más alto,
sirviendo de defensa y de atalaya;
un castillo de moros,
como dicen las gentes, en la falda;
de la Virgen del Carpio
una ermita espaciosa en la explanada;
una fila de más de cien pontones
donde antes al vado se pasaba
y hoy un puente de piedra más abajo
que al pueblo evitará muchas desgracias.

Villares es un pueblo laborioso
de la comarca charra,
que tiene poco monte
y tiene pocas tierras de labranza.
Pero tiene una bella situación
sobre la cumbre de la loma parda,
donde llegan las brisas de los campos henchidas de fragancia;
y tiene dos paisajes diferentes
que desde allí se abarcan,
la encina de los montes
y el rio deslizándose a sus plantas;
y tiene hermoso templo que recoge
de todos sus vecinos las plegarias
y tiene algunas mieses en la hoja
para sustento de los que trabajan;
y tiene un cielo azul por donde suben
a abrazarse con Dios las buenas almas

JUAN DEL PUEBLO
Tierra Charra
Ciudad Rodrigo, 24 de Febrero de 1929

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